jueves, 15 de febrero de 2007

VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS EN ESPAÑA (II)

Antes de empezar a hablar de De Juana Chaos es conveniente aclarar ciertos puntos, para evitar que el lector se despiste y centre su atención y juicio en cuestiones que no son las que se tratan, y para evitar que éstos estén condicionados por prejuicios que es muy fácil formarse en un tema que golpea tanto la sensibilidad.

En primer lugar, mi artículo no está motivado por la persona individual llamada Iñaki De Juana; su situación, que ha sido objeto de acalorados debates en la prensa a nivel internacional, no me interesa demasiado EN CUANTO A SU PERSONA, como individuo. Desde luego que yo sufro también por el dolor de los individuos, pero siempre he intentado sustraerme a la tendencia –nada casual, por supuesto- que imponen los medios de comunicación de presentar algo particular como ejemplo de un problema mayor, provocando que la atención se circunscriba tan sólo a ese caso particular presentado. Un ejemplo muy ilustrativo es la práctica del apadrinamiento de niños, que contenta las conciencias del mundo desarrollado singularizando los elementos que componen el drama, dándoles un nombre y un rostro; y priva a estas conciencias de llegar a la raíz del problema.

En definitiva, mi artículo no trata de De Juana Chaos, sino de la violación sistemática de la Libertad de Expresión que se practica en España y de cómo se ha desvirtuado el valor de la Ley en el desarrollo del caso que nos ocupa.

La otra consideración la hago para adelantarme a los previsibles juicios equivocados que los lectores puedan hacer sobre mi postura ante la persona de De Juana. Para que nadie se confunda, estos son:

Simpatizo con la causa independentista vasca, como simpatizo con cualquier causa independentista allá donde se dé, en tanto que la descentralización del poder supone una mayor libertad de los individuos y una mayor capacidad de decidir su destino; y desapruebo de ella que no se orienta hacia esa libertad sino más bien a instaurar otro Estado que aunque más pequeño sería más omnipresente. En cuanto al uso de la violencia contemplado en los métodos para alcanzar su objetivo, lo condeno enérgicamente, como ya he declarado en el artículo que abrió estos mis “escritos corsarios” exponiendo mis principios.

Aclarados estos puntos, comienzo.

VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS EN ESPAÑA (II)

IÑAKI DE JUANA CHAOS, PRESO DE CONCIENCIA

En los últimos días, a raíz de las noticias que ha ido ofreciendo el caso del ex – terrorista etarra Iñaki De Juana Chaos (su huelga de hambre, la entrevista en el hospital publicada por el diario inglés “The Times”, la posible y efectiva rebaja en su condena por amenazas), hemos asistido a la publicación en medios de prensa a una marea de declaraciones y expresiones bastante acaloradas de opiniones, casi todas en una dirección, que se pueden resumir con esta frase: “De Juana es un brutal asesino y debe permanecer en la cárcel”, con eventuales añadidos que señalan el carácter incontrito del personaje y la muy singular cuenta que nos dice que no ha cumplido ni un año de condena por víctima causada como agravantes de una posible excarcelación. De este hecho se desprenden dos temas de discusión: uno concierne al Derecho, a los modos de entender la parte punitiva de la Justicia. Este es un tema extremadamente complejo e interesante, que he pensado abordar muchas veces en esta reseña, pero por su carácter extemporáneo lo voy posponiendo hasta encontrar el momento justo. El otro tema que se desprende concierne a la Sociología, y se refiere a los complejos mecanismos psicológicos que operan en los individuos de una sociedad capaces de llevarles a una misma opinión casi sin excepción, apartándoles de la lógica, la razón y la Justicia - atributos humanos por excelencia, y en consecuencia animalizándoles. Este tema me parece extremadamente interesante y lo abordaré en el tercer artículo de esta serie, a modo de cierre de la misma.

El resto de opiniones vertidas que no seguían esta inmensa mayoría optaban por desentenderse de la cuestión e instaban a respetar las instituciones de la Justicia española, pero también éstas pasaban por alto dos hechos de capital importancia para todos los ciudadanos españoles, pues demuestran de modo muy claro el derrumbe de los valores democráticos en España, cosa que hoy ha golpeado a Iñaki De Juana pero otro día podría golpear a cualquier ciudadano. El primero de estos hechos es que el ciudadano De Juana ha visto brutalmente violado su derecho fundamental, reconocido por la ONU en la carta de Derechos Humanos (ART. 19), a la Libertad de Expresión al ser encarcelado por publicar dos textos de opinión. Y el segundo es que en este proceso hemos visto al aparato judicial español actuar no buscando hacer justicia, sino intentando satisfacer la mezquina sed de venganza de la sociedad española y siendo esclavo del poder político, saltándose para ello cualquier ley y derecho del ciudadano; de modo que el proceso ha desvirtuado por completo la Justicia, ha hecho desaparecer de un plumazo la separación de poderes y en definitiva ha demostrado que la Justicia no es independiente e imparcial sino que es instrumento y mano ejecutora de ciertos grupos.

Conviene tener en cuenta que la intención de mantener a De Juana en la cárcel a cualquier precio no fue en ningún momento ocultada por el Gobierno ni por la Justicia. Que la Justicia deba recurrir a estratagemas para corregir deficiencias en su sistema penal es lamentable, pero es lícito si se hace siguiendo la legalidad. Pero en el caso de De Juana no fue así, y para que el lector se convenza le invito a que lea los artículos por los que fue condenado (“El Escudo” y “Gallizo”) y juzgue él mismo, pero antes debe despojarse de la obsesión que tanto daño ha hecho a la sociedad a la hora de juzgar el caso, me refiero a la condición de asesino de De Juana; que el lector aísle los artículos de su contexto y se limite a considerar si en ellos se expresa amenaza alguna. Pues que De Juana es un asesino ya ha quedado probado en un proceso hace años, ya ha sido condenado y ya ha cumplido su condena, ahora lo que nos ocupa es si ha publicado amenazas o no.

El lector que haya logrado hacer un análisis desapasionado de los textos reconocerá en “El Escudo” una llamada a la constancia a los militantes de la izquierda abertzale, y nada más. Ni el mismo tribunal que condenó a De Juana consideró esto “apología del terrorismo”, porque en ningún momento llama a la violencia. El texto está salpicado de consideraciones muy negativas sobre jueces, funcionarios de prisiones y políticos –motivos recurrentes en cualquier luchador por la independencia de Euskadi y que conforman una estructurada visión del Estado Español-, pero en ningún momento amenaza a estas personas. No he leído la sentencia de la Audiencia Nacional, pero me imagino que se ha apoyado en la frase que cierra el artículo, que es la que en un intento desesperado de justificar la injusticia han citado todos los medios de prensa: “«Sacad vuestras sucias manos de Euskal Herria». Sí, sacadlas, porque otro camino sólo implica más sufrimiento. O el futuro terminará demostrando, sin duda, que os quedasteis sin ellas”. La frase se presta a interpretaciones diversas y sería imposible certificar que De Juana quería decir que le cortaría las manos a nadie o que es una metáfora de cualquier tipo de violencia hacia sus enemigos. Y en su contexto se aprecia que la invocación es genérica y no se refiere a nadie en particular, de modo que el daño de amenaza no puede existir pues ningún individuo se podría sentir amenazado. La otra frase citada con frecuencia, “Jueces (…) no merecéis ningún respeto ni consideración”, es mucho más ligera y se inscribe en las opiniones generalizadas de la izquierda abertzale sobre las instituciones del Estado Español.

“Gallizo” es un artículo de mucha más calidad: mejor estructurado, sin el carácter inconexo del anterior ni caídas en lo grosero. El tema es la nueva política penitenciaria del gobierno del PSOE, que De Juana critica negativamente acusándola de recuperar para cargos importantes a antiguos supuestos torturadores, de los cuales hace un repaso narrando sus recuerdos y encuentros con estos personajes. En este artículo es imposible encontrar ni con malos ojos una expresión mínimamente ambigua que pueda albergar una amenaza velada. La frase citada con frecuencia, de nuevo la que cierra el artículo, “Y entonces, incluso yo sería capaz de imaginarme a la señora Gallizo de otra manera de la que es”, ha sido presentada en los medios intencionadamente descontextualizada para provocar la sugerencia de que De Juana se la imagina muerta, cuando esa frase remite a un párrafo de ambiente onírico anterior y entendiendo el conjunto desaparece una posible alusión a la muerte de la señora Gallizo. De este artículo me imagino que los jueces habrán considerado que las consideraciones negativas que De Juana hace de los funcionarios de prisiones suponen en sí una amenaza. Esto equivale a decir que si a usted le cae mal su jefe y habla mal de él con sus compañeros, lo está amenazando de muerte. Evidentemente no produce la misma inquietud que piense pestes de ti un oficinista padre de familia que un terrorista convicto por 25 asesinatos, pero de nuevo nos debemos atener a la Ley: no se puede condenar a alguien porque un tercero considere que éste le hace daño, debe existir una evidencia reconocible del daño por personas ajenas. Y en este caso, aunque la señora Gallizo y los demás funcionarios hayan podido inquietarse por el escrito de De Juana, ello no implica delito por parte del ex – terrorista. Por otra parte, que no nos engañen los funcionarios supuestamente amenazados: que De Juana y el resto del movimiento independentista vasco piensan eso de ellos no les es ajeno, ni ahora ni nunca, por lo cual el hecho de publicarse en prensa no tiene por qué aumentar su inquietud.

Hemos visto, a través del análisis detallado y objetivo de los textos originales de De Juana, hasta qué punto la Justicia ha engañado al pueblo y ha traicionado sus propios principios, hasta qué punto se ha rebajado. El asunto es de extrema gravedad, como apunté al inicio: la Justicia está instrumentalizada, no es imparcial, no es justa. No debemos sentirnos tentados de pensar que la Justicia sólo será Injusticia con los terroristas: si usted alza la voz para denunciar otras injusticias, tal vez acabe víctima de una, porque hemos visto que la Injusticia no se detiene ante nada, se ha revelado como un monstruo. Remito al lector a la primera entrega de esta reseña, en la que hablo de la “Nueva Justicia”, la justicia burguesa neocapitalista en la que la Democracia tiene límites en sus libertades, y estos están justamente en el punto donde una opinión diferente se convierte en oposición al orden. Todos somos potenciales terroristas, terrorista ya no es sólo el que pone una bomba, es también el que no pasa por el aro. La Democracia futura, la que se está extendiendo en Occidente, se autoprotege, impide que el individuo contemple otras opciones, y ahí se convierte en otra forma de opresión, más mezquina por insincera: trata de pasar por paraíso de libertades. Es nuestro deber desenmascararla.

lunes, 12 de febrero de 2007

VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS EN ESPAÑA

Doy inicio con el presente a una serie de artículos en los que pongo de relieve violaciones de los Derechos Humanos en España, que de modo contingente toman como punto de partida problemas particulares que tienen relación con el País Vasco y la lucha por la independencia de la región por parte de un sector de la sociedad vasca. Quiero insistir en la contingencia de los hechos particulares que tomo como ejemplo, pues mi interés, como saben de sobra mis lectores, no son los problemas particulares de algunas sociedades o pueblos, sino los problemas que afectan a toda la Humanidad. Sin embargo, me parece útil tomar como punto de partida los problemas referidos, sentidos de forma directa por mis lectores -que son en su inmensa mayoría españoles-, para estimular la proyección a lo general y hacer reflexionar al lector sobre cómo ciertos males que podrían parecer abstractos y lejanos se manifiestan de modo inmediato en su vida cotidiana.

Violaciones de los Derechos Humanos en España

Quien me lee o me conoce sabe cuánto gusto de la provocación. Un título como este golpea directamente la conciencia de esa mayoría de ciudadanos que creen como una verdad inviolable que viven en un país “democrático”, cosa que conlleva sin lugar a dudas una serie de cosas: que los ciudadanos deciden su destino por medio del acto sagrado del sufragio, que hay una ley igual para todos, que se respetan los Derechos Humanos… todo esto es, sin embargo, una muy vil falacia, que se evidencia casi a diario a los ojos atentos; pero esta evidencia queda velada por el olor del café las mañanas, la emoción de los goles que van cayendo en las tardes del domingo, y las risas de los nenes que se divierten en las atracciones de Terra Mítica. Me refiero al efecto adormecedor que produce el desarrollo, el alto nivel de vida. El abandono de la conciencia crítica, el “qué me importa”. Qué me importa que decidan por mí, si mi equipo gana, qué me importa que algunas personas no puedan decir lo que piensan, si yo sí y además en este restaurante se come tan bien, qué me importa que alguno se enriquezca con un pelotazo, si al final de mes yo también voy a cobrar, menos pero bastante para mí.
Yo quisiera, sin embargo, que todos fuésemos un poquito más sinceros. Que nos levantásemos por la mañana sabiendo, y aceptando con total tranquilidad, que en nuestro país, del que formamos parte y que en cierto modo configuramos –y por tanto somos responsables-, se violan los Derechos Humanos. Difícil papeleta, supongo que nos costaría hacer los informes en la oficina o pasar la fregona al cierre sabiendo que nuestro silencio y apatía perpetúan el dolor de personas anónimas. Pero puede que, en vez de sufrir todo el día, rompiésemos con ese silencio y apatía, que creo que sería lo que haría la mayor parte de la gente, pues tengo fé en la bondad de mis congéneres. Pero para ello es necesario que sepan la verdad y reflexionen sobre ella, y ése es mi intento. Y que pase Rita la fregona si esto sigue así, y hagamos confetti con los informes.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue proclamada el 10 de Diciembre de 1948 en asamblea general de la ONU. Este documento, que todas las democracias del mundo enarbolan como su bandera, proclama en sus artículos 19, 20 y 21 la libertad de expresión sin límites de ninguna clase, la libertad de asociación con el límite de que debe ser con fines pacíficos (quedan excluidas las asociaciones terroristas) y el derecho de toda persona o grupo a participar en elecciones democráticas para defender cualquier idea política, que es en su fondo el ideal de la Democracia.
Estos tres artículos fueron flagrantemente infringidos en España el día 28 de Junio de 2002 con la publicación y sanción en el BOE de la Ley Orgánica de Partidos, que limita las libertades que garantizan los Derechos Humanos, excluyendo del acceso a esos derechos a ciertos ciudadanos. La citada ley fue aprobada en el congreso con amplia mayoría, respaldada por la prensa oficial y un gran consenso popular. Oscuras razones están en el fondo del por qué una ley que manifiestamente atenta contra derechos fundamentales, reconocidos también en la Constitución Española (artículos 20, 21 y 22), pudo pasar el obstáculo de una apelación al Tribunal Constitucional español y otra al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Pero eso es hasta cierto punto explicable, si se contempla desde la perspectiva del Poder: la nueva ley emanaba del Poder, y los citados tribunales han demostrado ser en los lances importantes instrumentos del Poder: ¿cómo entonces ponerle trabas a su voluntad? Pero lo que realmente produce horror de la cuestión es ese “consenso popular” al que aludí antes, ¿cómo es posible que el pueblo se haya hecho a sí mismo este daño, haya revocado un derecho por el que la sociedad civil ha luchado durante siglos?
La respuesta la hallamos, una vez más, en los atentados del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York y el cambio que produjeron en la política exterior de EE UU y en lo que se consideraba un derecho y ya no. Los atentados del 11/S sirvieron para justificar muchas cosas que nunca habrían encontrado justificación, y una de ellas es la violación de derechos fundamentales como el de la privacidad y la libertad de expresión, todo por supuesto con el noble fin de preservar la seguridad de los ciudadanos de “países libres”. Antes la Democracia era consecuente con sus principios y permitía que se hiciese oposición pacífica a sus valores, a partir del 11/S esto ya no fue posible. Cualquiera que conspirase contra el orden democrático se convirtió en terrorista. Y ése es el peor delito: ser una amenaza para el orden social, el orden burgués, el orden del Poder. Bajo el síndrome de las emociones provocadas por el atentado, se cambiaron leyes y se instituyeron nuevos valores que nadie, si no quería ser considerado sospechoso, podría ni siquiera poner en discusión.
En España también se sintió, y mucho, el síndrome del 11/S. La Ley Orgánica de Partidos fue aprobada a menos de un año de distancia de los atentados de NY, y el nuevo clima –emanado de EEUU, fomentado en España de modo obsesivo por los medios de comunicación- de patriotismo y omnipotencia de la ley, unido a la demonización del terrorismo como amenaza global e inminente, fue lo que permitió que las volubles conciencias de los ciudadanos tragasen una ley que les ofende y les sitúa en épocas pasadas en la escala de la civilización. Yo que he vivido en los últimos años en el extranjero puedo afirmar que es una experiencia desagradable que un inglés o un italiano, al enterarse de tu nacionalidad, te haga subir los colores diciéndote “en tu país hay partidos políticos ilegalizados”, cosa que, hasta donde alcanza mi conocimiento, en países democráticos sólo sucede en España y por supuesto en EEUU, donde es ilegal ser comunista.
Aprobada la Ley, el ciudadano medio pensaría entonces que esta ley “ad hoc” para ilegalizar Batasuna le protegería, siguiendo la misma lógica estúpida del ciudadano estadounidense que pensaba que invadir Irak debilitaría el terrorismo internacional. No hacían falta muchas luces para darse cuenta de que se produciría el efecto contrario, como el devenir del tiempo ha demostrado, pero también es un hecho que la rabia –originada en la ignorancia, en no conocer ni comprender el origen de los conflictos- obnubila el raciocinio muy a menudo. Al final, la medida de rebajar las libertades e ilegalizar el pensamiento y la práctica de la izquierda abertzale ha sólo aumentado la crispación, el sentimiento de mártires en aquellos que luchan por la independencia de Euskadi, y su certeza de que no podrán jamás confiar en las instituciones del Estado Español que se reveló represor de derechos fundamentales aprobando la medida; quedándoles sólo la vía de la violencia para alcanzar sus objetivos.
Y si aún al ciudadano medio español le parece una nimiedad estas consecuencias de la Ley de Partidos, si el sufrimiento y la impotencia de los que piensan diferente le importa poco o hasta lo celebra, le pido dos cosas: primero, que sea sincero y lo reconozca, y que diga abiertamente “en mi país se violan los Derechos Humanos, y yo estoy de acuerdo”. Y segundo, que piense en lo que le podría suceder si alguna vez él llegase a pensar diferente. “¡Qué tontería! Yo soy demócrata, yo cumplo la ley”. Sí, desde luego, pero cuídate bien de cumplirla: porque si no lo haces irás a la cárcel. Puede que algún día tú, o alguien a quien quieres, se oponga al orden establecido. Debes saber que, desde Junio de 2002, ya no se le permite reunirse con otras personas que simpaticen con organizaciones que empleen la violencia. Porque aunque la Ley fue redactada para impedir la actividad de asociaciones simpatizantes de ETA, es una Ley y como tal alcanza a cualquier otro caso semejante. Que no por no notarse el apretón de la cuerda deja de estar atado el pie. Que piense, simplemente, que no es libre de pensar lo que quiera: que hay otras personas que deciden si lo que piensa es “legal” o no, y que si no lo es podrían perseguirlo por ello. Y a mí particularmente, que nací libre, la pérdida de la libertad de poder disentir me parece algo muy grave.