viernes, 4 de mayo de 2007

LA EPIDEMIA DEL TERRORISMO

No sé qué nos pasa a todos últimamente, que nos estamos volviendo terroristas. Todos, unos más, otros menos. Yo, personalmente, ya estoy muy acostumbrado a que me lo digan, que soy un terrorista, en los foros de “El País”, en comentarios que llegan a este blog, en emails de desconocidos; hasta mi novia me dijo el otro día que soy un “terrorista del sexo”, en fin, al final me han convencido y ya lo tengo asumido: soy un terrorista.

El muchacho desequilibrado que hace unos días asesinó a unos estudiantes en EEUU también resultó ser un terrorista. Esta vez no era de Al-Qaeda, era terrorista de sí mismo, conformaba todo él una peligrosa cédula que nació y se inmoló en cuestión de minutos. Se trata, podríamos decir, de un nuevo terrorismo, el “terrorismo fugaz” o “ultrasónico” (se aceptan propuestas para nombrarlo, hoy parece que no estoy muy inspirado).

Nuestra querida España es tierra de terroristas. Ni Aznar se ha salvado de la epidemia, él que tanto ha combatido el terrorismo ha resultado ser él mismo un terrorista responsable de miles de atentados en Irak. Pero se sabe que donde más terroristas hay es en el País Vasco, y, ¡horror!, en las últimas semanas se han revelado ¡casi cien mil! nuevos terroristas, esos que han firmado para tener representación democrática (porque ahora los terroristas se han infiltrado hasta los tuétanos de la democracia, ¡hasta nuestro presidente Zapatero es un terrorista!) en los ayuntamientos, han firmado para apoyar candidaturas de terroristas, luego son terroristas ellos también.

Aquí donde vivo yo, en Italia, tampoco son mancos. Cada vez que hay una manifestación contra de la guerra, de las bases norteamericanas o de la OTAN (cosa que aquí sucede a menudo), las calles se llenan de terroristas, según leemos al día siguiente en los diarios. Sucedió el primero de mayo algo digno de contar: un presentador de televisión, del que nadie sospechaba, se reveló repentinamente como terrorista a causa de algunas cosas que dijo presentando la tradicional gala-concierto que se celebra en Roma con motivo del día del trabajador. Algunos incautos tomaron los comentarios de Andrea Rivera, que así se llama el presentador, como chistes tal vez demasiado satíricos dentro del contexto en que fueron emitidos, ese tipo de gala multitudinaria con presentador gracioso. Afortunadamente, en Italia tenemos al Vaticano, que ejerce una impagable labor de purgación de males sin la que sin duda Italia la Bella se perdería en la más horrible concupiscencia. Fue a través de “L’Osservatore Romano” (ofrezco la noticia, con citas textuales, del diario “La Repubblica”, con traducciones de lo más relevante en nota [*]), el diario propiedad del Vaticano, que todos los italianos pudieron conocer la verdadera condición del presentador Rivera: se trataba de un peligroso terrorista.

Podría seguir hasta el infinito hablando de los nuevos terroristas, antiguas personas normales, o casi, que sin previo aviso cambian de categoría. En fin, creo que lo que mejor pueden hacer los lectores es resignarse a su nueva condición, es algo inexorable que antes o después acabarán convirtiéndose en terroristas. Aunque si de verdad no pueden hacerse a la idea de tan trágico destino, les sugiero que, cuando llegue el momento y comiencen a ser tratados de terroristas, se aferren a la antigua condición que ahora se denomina “terrorista”, y piensen que son, simplemente, personas que piensan diferente.

(*) = Las palabras de Andrea Rivera: “El Papa ha dicho que no cree en el evolucionismo. Estoy de acuerdo, de hecho, la Iglesia no ha evolucionado nunca”, “No soporto que el Vaticano haya rechazado [celebrar] el funeral de Welby [un enfermo terminal que luchó por la eutanasia, consiguiéndola hace 4 meses]. Sin embargo, no ha sido así con Pinochet, con Franco y con uno de la banda de Magliana. Es justo que sea así, junto a Jesucristo no había dos enfermos de esclerosis [la enfermedad de Welby], sino dos ladrones”.

La respuesta de el Vaticano a través de la editorial publicada en “L’Osservatore Romano”: “Es terrorismo alimentar furores ciegos e irracionales contra quien habla siempre en nombre del amor [se refiere al Papa]”, “Es vil y terrorista lanzar piedras esta vez hasta contra el Papa, sitiéndose arropado por los gritos de aprobación de una multitud facilmente excitable [se refiere al público del concierto, en su mayoría jóvenes]”.