sábado, 13 de enero de 2007

EL RESURGIR DEL "DESTINO MANIFIESTO"

Parecía que tras la guerra de Vietnam había quedado enterrada para siempre, pero casi sin darse nadie cuenta, ha resurgido con gran virulencia la doctrina del Destino Manifiesto, según la cual los EE UU son el pueblo elegido por Dios para salvar el mundo de todos sus males, cosa que harán imponiendo su modo de vivir al resto de los pueblos. Este resurgir se ha verificado, como casi todo, tras el 11-S, y cabría pensar que en absoluto se ha producido “casi sin darse cuenta nadie”, como decía antes, pues en cinco años hemos asistido a dos brutales invasiones con posterior “democratización”, cosa que durante el siglo XX se daba con frecuencia menor.

El problema es que, aunque el público pueda percibir un cambio, no llega a darse cuenta del alcance de la nueva dirección (que no es nueva, como hago notar) que han tomado los EE UU en su política exterior. Aparte de los que comparten, más o menos conscientemente, la idea de que es el deber de Occidente extender su “civilización”, la más avanzada, a todos los pueblos de la Tierra, imponiéndola con la violencia a la mínima vacilación de un pueblo en aceptar inmediatamente los nuevos valores; los que respetan de verdad los Derechos Humanos, y en particular el que reconoce el derecho de los pueblos a elegir su destino, perciben la llamada “doctrina del ataque preventivo” o de “guerra global contra el terrorismo” sólo en virtud de lo que tiene de expansión imperialista. Incluso los situados más a la vanguardia de la izquierda hablan de “guerra por el petróleo” o de represión de la oposición al imperialismo, pero olvidan o no se dan cuenta de lo más alto de las ambiciones del Poder.

Antes la lucha del Poder era contra el Socialismo. Ahora, contra el Islamismo. La demonización de “lo otro” es un proceso que conocemos, pero la violencia militar para sofocar amagos de cambios organizativos en los países a dado un paso adelante y ahora se ejerce no ya para contener los cambios en dirección opuesta sino para avanzar en la “democratización” del mundo, es decir: en la uniformización de éste de acuerdo con los valores del pueblo de EE UU. Helo aquí, resurgido, el Destino Manifiesto. Como decía, el problema es la falta de percepción del proceso que se está llevando a cabo. Prueba de esta falta de percepción es el manifiesto silencio al respecto de la Izquierda (salvo, como siempre, los círculos más cultos, y por tanto más radicales). Y si ni la Izquierda se da cuenta de lo que está sucediendo, imagínense el sufrido ciudadano medio, desde el hincha al adicto a “Gran Hermano”. Por eso nos hemos acostumbrado, nos resulta de lo más normal que la prensa nos cuente cosas como las de este artículo de “elmundo.es” –presentada así, como una más, como algo tangencial-, cuyo titular reza: “China y Rusia vetan una resolución que exigía a Birmania avances democráticos”, que inmediatamente provocan en el lector la idea de “estos chinos y rusos… qué bárbaros”. Demonizados los orientales, leyendo la noticia nos enteramos de que ha sido EE UU quien ha propuesto la necesaria resolución de exigencia. Que así contado también nos parece normalísimo: la democracia hay que exigirla, es necesaria. Y de aquí a que nos parezca normal que se invada un país para instaurarla, hay sólo un paso. Aún no hemos llegado a ese estadio, pero se llegará. Para eso trabajan El Mundo, El País, la CNN y todos los demás medios oficiales al servicio del Poder. Filtrando noticias en tonos como este, asentando la opinión general e incuestionable: la democracia es buena, la democracia es necesaria en todos los países, la democracia, la DEMOCRACIA…

Quedan por analizar varias cosas. ¿Qué interés tiene el Poder en establecer la Democracia en todo el mundo? ¿Por qué los medios españoles colaboran en este proceso, y de qué modo lo hacen? Puede que la respuesta sea tan sencilla y deje en tan buen lugar a los paladines de la civilización como “realmente creemos sinceramente que el mundo y sus pueblos serían más prósperos y felices si alcanzasen nuestro nivel de civilización, del cual la Democracia es una de sus más altas conquistas”. Pero si es así, yo les pediría a los ejecutores del Poder que fueran sinceros también en las formas, y nos dijesen claramente: “Invadimos Irak y Afganistán, expulsamos al gobierno islamista de Somalia, porque nuestro mayor interés era instaurar la Democracia en esos países, es la prioridad número uno y lo conseguiremos a cualquier precio”, y que se dejasen de enmascarar este objetivo con razones de supuestas amenazas para su seguridad (que desde luego las hay, pero no por capricho ni por fanatismo de aquellos incivilizados) o altruista justicia para los desamparados. Es justamente esta burda falacia la que debería movernos a desconfiar de una posible confianza sincera en el beneficio desinteresado que la Democracia traería a todos los pueblos.

Yo, en particular, desconfío. Y en artículos sucesivos espero ir desenmascarando el que a mi parecer es el verdadero plan del Poder.

jueves, 4 de enero de 2007

LA MUERTE ES LA ESTRELLA DE LA TV

¿Han ustedes visto alguna vez morir a un hombre de muerte violenta? Yo les invito a que se armen de valor y vean el video “clandestino” de el asesinato de Saddam Hussein, estoy seguro de que sería útil para la humanidad que todos los occidentales lo viésemos. Estos días no se habla de otra cosa, y los comentarios más comunes son los de personas horrorizadas y molestas por esta ofensa a su sensibilidad, que protestan porque hayan pasado por televisión la versión “light” del crímen, aquella sin sonido que se detiene apenas se ha estrechado la soga en la garganta de la víctima. Como no tengo televisión, no sé si han pasado también la versión que se puede consultar en los medios digitales, pero apostaría a que no. Estas reacciones de repugnancia y hasta enfado por la publicación de imágenes “hirientes” de sensibilidades civilizadas son muy parecidas a las que provocaron en su día las campañas más agresivas de la DGT o el anuncio de la ONG “Anesvad” en la que se veían niños con repugnantes úlceras leprosas. También pude observar este tipo de indignación en el revuelo que se formó entre el público que asistía en julio de 2005 a la exposición del fotógrafo Juan Medina en el Premio Internacional de Fotoperiodismo “Ciudad de Gijón”, ante el espectáculo de los cadáveres de jóvenes inmigrantes africanos tendidos sobre la arena de las playas españolas en fotografías en las que se podían apreciar las muecas con que desfiguró sus rostros el frío que les causó la muerte. “¿Por qué tanta crudeza?”, se preguntaban ante otra fotografía que mostraba un cadáver flotando, hinchado, con una gaviota que lo descarnaba a picotazos. Juan Medina ganó el concurso con ese reportaje sobre el drama de los inmigrantes que llegan a las costas españolas en pateras, y me alegré mucho –pese a que yo también participaba con un reportaje sobre Cuba- de que el jurado hubiese considerado como más valioso justamente eso: la crudeza.

Porque este mundo es así, crudo, atroz. No sirve de nada esconder la cabeza como el avestruz, aunque sin duda es mucho más cómodo. Dios nos libre de que llegue a atormentar nuestro espíritu la sospecha de que tengamos algo que ver, por ejemplo, en la atroz muerte de Saddam. Y para aquellos que no experimenten ninguna piedad por el cruel dictador (poco menos de la mitad de las personas, probablemente), en la muerte de miles de civiles irakíes. Y para los que consideren que tampoco son éstos merecedores de su piedad, pues en los muertos de la alianza invasora.

Sí, estoy diciendo justamente eso: todos somos cómplices de estos crímenes, porque todos conformamos esta sociedad que produce estos horrores, y al mismo tiempo todos tenemos la posibilidad de hacer algo por una sociedad más justa. Empezando por mirar a la cara el horror y reflexionar sobre qué podemos hacer para evitar que se repita. Y no cambiar de canal o lamentarnos de que nos enseñen cómo muere un hombre.