¿Han ustedes visto alguna vez morir a un hombre de muerte violenta? Yo les invito a que se armen de valor y vean el video “clandestino” de el asesinato de Saddam Hussein, estoy seguro de que sería útil para la humanidad que todos los occidentales lo viésemos. Estos días no se habla de otra cosa, y los comentarios más comunes son los de personas horrorizadas y molestas por esta ofensa a su sensibilidad, que protestan porque hayan pasado por televisión la versión “light” del crímen, aquella sin sonido que se detiene apenas se ha estrechado la soga en la garganta de
Porque este mundo es así, crudo, atroz. No sirve de nada esconder la cabeza como el avestruz, aunque sin duda es mucho más cómodo. Dios nos libre de que llegue a atormentar nuestro espíritu la sospecha de que tengamos algo que ver, por ejemplo, en la atroz muerte de Saddam. Y para aquellos que no experimenten ninguna piedad por el cruel dictador (poco menos de la mitad de las personas, probablemente), en la muerte de miles de civiles irakíes. Y para los que consideren que tampoco son éstos merecedores de su piedad, pues en los muertos de la alianza invasora.
Sí, estoy diciendo justamente eso: todos somos cómplices de estos crímenes, porque todos conformamos esta sociedad que produce estos horrores, y al mismo tiempo todos tenemos la posibilidad de hacer algo por una sociedad más justa. Empezando por mirar a la cara el horror y reflexionar sobre qué podemos hacer para evitar que se repita. Y no cambiar de canal o lamentarnos de que nos enseñen cómo muere un hombre.
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