sábado, 24 de marzo de 2007

“ADOCTRINAMIENTOS” SOCIALISTAS Y OTRAS CONTRADICCIONES DE LA DEMOCRACIA

Tiene algo de terrible el descubrir a cada paso las contradicciones de la Democracia burgués-capitalista. Los paladines del sistema son capaces de agitar con fuerza y grandes voces la bandera de los Derechos Humanos y la libertad a la vez que torturan, invaden y someten. De hablar tranquilamente en sus medios de prensa de “guerra por la Paz” y de “militares en misión de Paz” o “humanitaria”, y conseguir que nadie frunza el entrecejo y diga “un momento… ¿pero qué me estás contando?”.

Hace algunos días se publicó en elpais.com, vocero del grupo de poder representado en el gobierno de España por el PSOE, un artículo que forma parte de la intensa campaña de este medio contra la emancipación del circuito capitalista de los pueblos de América Latina. Desde hace casi un año menudean en sus páginas –casi a diario- artículos que intentan desprestigiar, con mentiras y enfoques parciales, las políticas de Evo Morales en Bolivia o Hugo Chávez en Venezuela (el ataque mediático a Cuba es mucho más antiguo). El objeto del ataque en esta ocasión era la política educativa del gobierno de Chávez. El artículo sigue una estructura en la que se presentan las declaraciones de la responsable de Educación y los comentarios de diversos personajes opositores al gobierno, cuidadosamente escogidos, que muestran su temor a que “se adopte el modelo educativo cubano”, entre otras críticas y falacias. El objetivo del artículo es sembrar la alarma y la desconfianza en el lector español, cuya óptica se encuentra ya adulterada por el constante bombardeo de informaciones que presentan a Hugo Chávez como un dictador que dirige Venezuela con un régimen totalitario o casi, y que en cualquier caso hacia ello tiende.

Lo que nunca nos recuerda “El País” es que Hugo Chávez cuenta con el apoyo de una inmensa mayoría de los ciudadanos, apoyo que siempre va en aumento y se afianza en cada proceso electoral. Tampoco nos cuenta a qué se debe esto, es decir las cifras de crecimiento económico de Venezuela que sitúan a este país a la cabeza del continente en este apartado, seguida de cerca por Cuba. El pánico de los grupos de poder cuya voz oímos a través de las páginas de “El País” y otros diarios es, sin duda, fundado, y la labor de los medios a sus órdenes de preparar a la opinión pública europea para aceptar como necesaria una intervención de cualquier tipo (del amplio repertorio de métodos de derrocamiento con que cuenta el Poder) en Venezuela es muy comprensible. Pero de este artículo me interesa comentar la cuestión de la Educación, y destacar cómo manifiesta una más de las contradicciones de la Democracia que conocemos: el supuesto respeto a la libertad de pensamiento que ondea en su fementida bandera.

El artículo intenta infundir el terror a la posibilidad de que el gobierno de Venezuela “adoctrine a los niños en el socialismo” (sic). De esta frase hay dos consideraciones que hacer: primero, que todo proceso de cambio de valores es lógico que se haga educando desde la cuna, es necesario que los individuos crezcan con los nuevos valores, pues el individuo maduro es muy difícil que cambie los suyos. El usar el argumento de “adoctrinar” unido al sensible grupo de los “niños” contando con su carácter de inocentes para acentuar el horror del lector es un recurso mezquino y sobre todo falaz, pues como he dicho es el modo correcto de educar, si es de lo que se trata. ¿Qué sentido, y sobre todo qué probabilidad de éxito, tiene educar a los adultos? La segunda cuestión es la clave: ¿Qué se entiende por “adoctrinar”? Y ¿por qué un sistema socialista es dañino si “adoctrina” a sus ciudadanos?

Planteémoslo así: lo que hacemos nosotros en nuestras escuelas, con respecto al racismo, la religión, el respeto a la propiedad privada, la seguridad vial, es educar. Lo que hace el socialismo, con respecto a la solidaridad, al esfuerzo colectivo, al racismo, a la libertad de culto, es adoctrinar. ¿Cuál es la diferencia, que hace que la educación en unos valores casi idénticos merezca palabras tan diferentes (“educar” tiene connotaciones positivas, “adoctrinar”, negativas)? La respuesta es muy sencilla, es la misma que responde a por qué uno que pone una bomba al paso de un convoy estadounidense es un terrorista fanático islamofascista y uno que hizo lo mismo ante el paso de una brigada de soldados alemanes en la ocupación de París en los 40 es un partisano, un luchador por la libertad, un héroe: los buenos somos nosotros, los malos son “los otros”.

La lectura que se extrae de lo expuesto en el artículo es que el gobierno de Venezuela no tiene derecho a educar a su sociedad en los valores que inspiran su actuación y su modelo de organización –como hacemos nosotros con los valores del capitalismo pero no en las escuelas, sino a través de la cultura de masas: la publicidad, el cine, la moda, el glamour, etc., método mucho más eficaz y sobre todo que pasa por “ejercicio de libertad”, cuando en realidad se trata de un muy estudiado mundo artificial que configura las conciencias de la sociedad en que se propone, como demostraron Lacan y Louis Althusser en sus estudios en los años 70 del pasado siglo-, porque educando en valores del socialismo lo que crean es una sociedad esclava, cegada por el pensamiento único, que controla las conciencias de sus miembros.

La realidad es sin embargo muy diferente, lo que inspira la campaña de El País y todos los medios de prensa occidental cuando tratan el tema son otras razones muy distintas. La clave está, como ya he apuntado, en que lo que alarma a occidente no es que Venezuela “adoctrine”, pues ésto lo hace occidente aunque lo niegue; lo que alarma es que eduque en valores que son contrarios a los suyos, y que de extenderse a otras sociedades pondría en peligro el orden burgués que consiente la jerarquía de poder existente. Esto ha sido y es la batalla en la que se estremece el mundo desde el emerger de la burguesía como clase triunfante y el nacimiento del nuevo régimen con la Revolución Industrial: mantener un orden social que mantenga a unos pocos poderosos en una situación privilegiada y a la masa satisfecha en una posición digna y empujada a trabajar y servirles por la quimera de saltar a la situación dominante.

Decía más arriba que los valores que se enseñan en el socialismo y los que enseñamos nosotros en nuestras escuelas son casi idénticos, y de hecho lo son. Pero hay una diferencia sustancial: en occidente esa educación es hipócrita. Hagamos un repaso: se educa a los niños a execrar el racismo, a considerar a las otras razas nuestros iguales. Es una labor muy loable. Pero sucede que ese niño crece, y un comienza a ver telediarios, películas, y a forjarse sus propias conclusiones. Y ve en las películas a malísimos comunistas que torturan atrozmente a Rambo. Ve en las noticias a bárbaros irakíes que celebran con gran jolgorio la voladura de un vehículo blindado, vejando los cadáveres de nuestros soldados. Es una verdad demostrada por la psicología que el ser humano tiende a dar más credito a las opiniones que se forja él mismo por su propio análisis de la experiencia que a las que le son dadas por otros. ¿Cuál será el sentimiento de este nuestro niño respecto al “otro”, después de estos dos modelos de educación que hemos visto? La verdadera educación en occidente es a través de la comunicación de masas, y en ésta el Poder se cuida bien de enseñar muy otros valores que los que los paladines de la Democracia portan orgullosos en su bandera.

Se podrían citar una infinidad de ejemplos de “des-educación” del ciudadano: la caridad y solidaridad aprendidas en la escuela frente a los slogans de la publicidad que incitan al lujo, etc. Y ¿cómo es la educación en un país socialista?

Aquí me cubro de la autoridad de hablar de primera mano y con el conocimiento directo que he podido adquirir durante mi período de residencia en Cuba, estudiando justamente estos aspectos y otros de la sociedad socialista cubana. En Cuba, el proceso dialéctico de descenso a partir de los valores que según su doctrina deben inspirar el actuar del ser humano hasta este actuar en la vida cotidiana es perfectamente consecuente. Es un sistema franco y sin contradicciones. El sistema cubano reconoce sin pudor que el suyo es el único que tolera, y que persigue la disidencia. Tanto la televisión, como el discurso político que inspira el actuar de las instituciones, reproducen fielmente los valores del socialismo. En las escuelas se enseña igualdad, solidaridad, desapego de lo material, desprecio total de la violencia, el valor supremo de la educación y la cultura... y el Estado rige la vida pública siguiendo exactamente esos valores: se intenta igualar el nivel económico de la población, se condenan las guerras, se promueven programas de ayuda humanitaria (Cuba manda médicos a Venezuela y otros países afines) y todo tipo de actividades culturales gratuitas... No quiero en absoluto hacer una alabanza del sistema cubano, pues falla en lo esencial, que es en lo que se refiere a respetar la libertad del ciudadano, y esto invalida todas sus virtudes porque donde no hay libertad no se puede vivir. Pero una cosa le reconozco y le envidio: su absoluta sinceridad y transparencia frente al ciudadano, y su coherencia respecto a sus valores. Hago notar también que en este análisis somero he tomado en consideración un Estado cubano ideal. Hoy en día, la descomposición del régimen provoca numerosas contradicciones, pero ello no tiene su origen en el actuar del Estado, sino en el de sus enemigos. Aún así, salvo las verificables lagunas, sigue funcionando (o intentando funcionar) como he descrito.

Desconozco cómo es el modelo de educación que propone el gobierno de Chávez. Pero puedo suponer que se parece al cubano. Si es así, suscribo completamente la reforma, ya que comparto los valores del socialismo.

Queda una cuestión por dirimir. Inicié este artículo hablando de las contradicciones de la Democracia, y declaré como objetivo de mi escrito mostrar una de ellas, la falta de respeto de la Democracia frente a otros modos de organización social.

Hemos visto que el artículo pretende sembrar la alarma, y tachar el proyecto educador venezolano de “adoctrinamiento” y de práctica totalitaria. Hemos visto que se disfraza de “alerta” ante ataques a la libertad cuando en realidad se trata de un intento de devaluar el sistema enemigo, inscrito en un corpus de artículos del mismo género que se vienen publicando desde hace meses. Y hemos mostrado el planteamiento falaz que propone, describiendo cómo el adoctrinamiento se dá con más fuerza y eficacia entre los que expresan esta crítica que en los criticados. Si el lector acepta las explicaciones que le ofrezco, llegados a este punto del razonamiento, le planteo la siguiente pregunta:

¿Respetan las Democracias occidentales el derecho de los pueblos a organizarse en otro modo que no sea la sociedad de consumo capitalista? Y ¿Se puede conjugar una inexistencia de este respeto con declarar la Democracia como sistema cuyo máximo valor es la libertad?

Es necesario que los demócratas se hagan estas preguntas, y que reflexionen, a la vista de la actuación de las instituciones democráticas, sobre su propio sistema y lo que éste significa. La libertad de un ser humano comienza por conocer aquello en lo que cree y los valores que guían su actuar. Los verdaderamente suyos, claro.

miércoles, 14 de marzo de 2007

EL CERCO SE CIERRA

Sin que nadie se de cuenta, lento pero seguro, la libertad de expresión va desapareciendo en España. El cerco del Poder se cierra sobre la disidencia, por medio de su brazo armado, las Fuerzas de Seguridad del Estado.

Ayer martes se ha hecho realidad algo que venía yo previendo en estas páginas desde hace tiempo. Un ciudadano español y uno marroquí han sido detenidos como consecuencia de su actividad de información alternativa, que consistía en la administración de un foro abierto a todos (musulmanes y no musulmanes), en el que según reza en la carta de aceptación de las normas para registrarse, se habla “de temas que atañen a los musulmanes” y “entre los temas a tratar se verán muchos que tratan sobre ese término tan poco entendido en la cultura occidental llamado "Jihad"”. Se les acusa de “enaltecimiento y apología del terrorismo islamista”. En el foro, según elpais.com, los dos detenidos “realizaban manifestaciones terroristas utilizando pseudónimos y sobrenombres a fin de no ser descubiertos”. Entre estas “manifestaciones terroristas”, es decir, que causan terror, está el rendir homenaje a todos los musulmanes que “mueren y sufren a manos de los infieles en Afganistán, Argelia, Chechenia o Iraq”, entre otros lugares.

Esto también lo hago yo, desde estas páginas.

Así pues, en rigor, también yo debería ser detenido y encarcelado. Yo quisiera preguntarles a ustedes que me leen si creen que cometo delito y merezco ser recluido en prisión.

Invito a mis lectores a hacerse las siguientes reflexiones:

Si publicar opiniones, aún execrables, en Internet, es constitutivo de delito y razón para encerrar a una persona en la cárcel, ¿dónde queda la libertad de expresión? ¿cuáles son las opiniones que constituyen delito y cuáles no? ¿qué es terrorismo y qué no lo es, y quién juzga que lo es y por qué? ¿no son manifestaciones terroristas, por ejemplo, lo que nos ofrece a diario la prensa a millones de lectores, como por ejemplo las editoriales en las que se insiste en la necesidad de intervenir militarmente en Oriente Medio? ¿y cuando Condolezza Rice dice “hay que sacar a esa gente de la calle”, refiriéndose a sus “terroristas”, no está ella haciendo apología de su propio terrorismo? ¿veremos algún día a la Guardia Civil poniéndole las esposas a esta señora, o al ministro Alonso por enviar terroristas a asesinar civiles en Oriente Medio?

Tal vez convenga que todos hagamos un ejercicio de abstracción y comprendamos que las respuestas a estas preguntas que se dan hoy en Occidente están condicionadas por el hecho de que nosotros estamos de un lado y los musulmanes del otro. Pero si lográsemos abstraernos de nuestra posición, veríamos claramente que el terrorista (en el sentido amplísimo que se le ha dado últimamente) somos nosotros y que somos los que causamos más terror, más dolor y más muerte.

La persecución policial a toda disidencia pacífica, que en la sombra va manifestándose y ganando terreno ante la pasividad de los ciudadanos “de bien”, se volverá en su contra. Cuando sintamos la presión y el ahogo de la imposibilidad de mostrarnos en desacuerdo, será ya demasiado tarde. Es necesario reflexionar y ser conscientes de todo esto.

sábado, 10 de marzo de 2007

NOTICIAS DE LOS ESCRITOS CORSARIOS

Saludos a mis lectores,
Este post es sólo para informaros de que lamentablemente me veré a partir de ya privado de conexión de internet, por lo cual las publicaciones que hasta ahora se producían de modo regular dejarán de hacerlo, durante un período de tiempo que no puedo precisar. Los que quieran tener noticia de la reanudación de las publicaciones, pueden suscribirse al blog para recibir el aviso que enviaré llegado el momento a todos los suscriptores. Las instrucciones para suscribirse se pueden consultar en "mi perfil".
Un cordial saludo a todos, y espero volver pronto!
Xurxo Ventos

viernes, 9 de marzo de 2007

PERSPECTIVAS DEL ANTI-AMERICANISMO

De la gira latinoamericana de Bush no me interesa analizar si sus declaradas intenciones son sinceras o no: eso está muy claro, no lo son; aunque EE.UU. se presente al mundo como valedor de los derechos, la civilización, las libertades y el desarrollo, todos estos objetivos están supeditados a uno primordial, que es la perpetuación de su papel preponderante en la política mundial como dueño indiscutible de los destinos de los hombres. Que en este proceso se establezcan nuevas libertades (y desaparezcan otras) y se avance en la civilización y el desarrollo ni lo niego ni lo afirmo, es un tema complejo que requiere un análisis profundo. Lo que sí afirmo vehementemente es que cualquier consecuencia, buena o mala, pasa por el vasallaje de los pueblos a EE.UU. y en muchos casos por la anulación de la identidad de estos pueblos.

Dejando aparte los casos del mundo árabe y el caso interno de la sociedad norteamericana, lo que me interesa es analizar las diferencias entre el anti-americanismo (entendiendo “americano” como lo entienden en EE.UU., donde América “es” Estados Unidos) en Latinoamérica y Europa.

En Europa, el anti-americanismo tiene un carácter burgués, como corresponde a todo producto de una sociedad que por fuerza ha de estar impregnado del espíritu de la sociedad que lo produce. Los movimientos anti-americanos (centros sociales, asociaciones y partidos de izquierda, etc.) en Europa son, pese a todo, burgueses, y como tales “sienten” de un modo diferente del latinoamericano su relación con EE.UU.. Este modo de sentir a los EE.UU. se caracteriza por el hecho de que, en su esencia, EE.UU. y ellos son la misma cosa, y cualquier movimiento de oposición contra EE.UU. lo es también contra ellos mismos. Me refiero a que la sociedad de EE.UU., los valores de EE.UU., la cultura de EE.UU., es exactamente la misma que la de Europa. ¿Cómo caracterizar el anti-americanismo europeo, desde este punto de vista? El anti-americanismo en Europa es, visto así, no lo que parece, sino una manifestación más del desarrollo de las sociedades burguesas, como el movimiento obrero, la concentración empresarial o cualquiera que se nos ocurra. Consecuencia de la estructura, más que oposición a la estructura misma. Y del carácter burgués de la lucha anti-americana en Europa se desprende que su objetivo último no sea la destrucción de EE.UU. con todos sus valores, sino de orientar EE.UU. en la línea moderada de una Europa de izquierdas, siempre dentro de los patrones de la sociedad burguesa (ya que como he indicado, la destrucción de EE.UU. significa la autodestrucción en Europa): de ahí que las protestas sean contra la guerra y se centren en la figura de Bush, sugiriendo con ello que otro presidente podría satisfacer las exigencias de los anti-americanos europeos.

El lector avezado habrá ya colegido la conclusión de todo esto: no existe el anti-americanismo en Europa. Mientras el movimiento anti-americano siga siendo burgués y aceptando los valores y la cultura propia de esa sociedad, nunca será una fuerza de oposición sino de “reordenación”, por decirlo de algún modo.

En Latinoamérica, como he dicho, se “siente” a los EE.UU. de modo muy diferente. Esto es así por dos razones, fundamentalmente: razones históricas por un lado y razones socioeconómicas por otro.

Latinoamérica, desde la Conquista hace más de quinientos años, no ha conocido la libertad. Sus pueblos no han podido ser ellos mismos, los gobiernos de las naciones jamás han representado a sus ciudadanos. Naturalmente, hasta el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Hoy en día se suman a Cuba Venezuela y Bolivia, cuyos pueblos han conseguido aupar al gobierno a sus verdaderos representantes, aprovechando el despiste de EE.UU., absorto en sus esfuerzos por garantizarse el suministro de energía que necesita democratizando Oriente Medio -la gira latinoamericana de Bush se enmarca en una renovada atención a perpetuar la situación plurisecular de dominación de los EE.UU. en el continente-. Esta dominación secular condiciona la relación de los pueblos latinoamericanos con EE.UU.: es la relación con el opresor. Los “Sin Tierra”, los brasileños de la favela, los indios, etc. ven a EE.UU. de modo muy diferente que un Europeo, los ven como la nación que les ha expoliado, torturado y subyugado desde que tienen memoria, y antes que a ellos a sus padres.

Las razones socioeconómicas se refieren a la situación de los pueblos latinoamericanos en estas coordenadas. Económicamente, son subdesarrollados, y la clase burguesa no es preponderante en ellos sino minoritaria (y oligárquica). La clase a la que pertenece la mayor parte de la población es la clase trabajadora, y ésta es también muy diferente de la europea: allí los trabajadores abrazan el ideal burgués, aspiran a convertirse en burgueses –porque pueden-, y en cualquier caso disfrutan de una posición parecida al burgués gracias al elevado nivel de vida, y comparten con la burguesía unos mismos valores. Una situación muy diferente del trabajador latinoamericano, cuyo jornal no le permite el ahorro ni la inversión para dar el salto. Ellos lo saben y tienen gran conciencia de clase. Y ya estamos hablando de las condicionantes sociales: las clases presentan a una y otra orilla del Atlántico diferencias sustanciales que hacen completamente diferentes sus valores y expectativas. Para la clase trabajadora latinoamericana, donde florece el anti-americanismo, la destrucción de EE.UU. es contemplada como una alternativa, y en términos prácticos esta destrucción es la desaparición de su influencia en el ámbito latinoamericano, en una palabra: la liberación.

Concluyendo se puede decir que el anti-americanismo en Europa es simplemente una fuerza que trata de encauzar la política de EE.UU. dentro de unos límites pero que no plantea la destrucción de su sistema ni la reforma profunda de su propuesta socioeconómica. En cambio, en Latinoamérica el anti-americanismo rechaza esta propuesta y se propone expulsar toda manifestación de su modelo en las naciones latinoamericanas, a la vez que propone alternativas, parece que con bastante éxito. Pero esta es otra cuestión y requiere profundo análisis, que no abordaré hoy aquí.

Quedémonos con la idea de que, ahora mismo, Latinoamérica es el útero donde se gesta y se desarrolla la única esperanza de alternativa al materialista y mezquino sistema burgués.

martes, 6 de marzo de 2007

MILITARES NO-MILITARES EN AFGANISTÁN

Ayer “elpais.com” publicó la noticia de que Defensa aumentará el contingente de soldados españoles destacados en Afganistán. En este y otros artículos de toda la prensa oficial se han venido vertiendo una serie de informaciones falsas y consideraciones falaces destinadas a engañar al lector y posicionarlo de acuerdo con la presencia de soldados españoles en Afganistán, cosa harto difícil (qué le importa Afganistán al panadero, al acomodador) para la que la prensa ha tenido que emplearse a fondo. Es curioso pensar en cómo EE.UU. supone ingenuamente que las sociedades europeas han de reaccionar como la suya ante sus doctrinas “civilizadoras”. Explicar a un mecánico de Vallecas lo bueno y necesario que es que su sobrino se vaya a un país que está en la quinta ostia a ayudarles, arriesgándose a que le caiga encima una bomba, y además reprimir la pregunta que a cualquiera que tenga un poco de lógica se le forma en la cabeza “si les ayudan, ¿por qué les tiran bombas?” con el argumento poco profundo de “porque son fanáticos” es mucho más difícil que convencer a un ciudadano estadounidense, que desde niño ha crecido con la idea de que su país es el paladín de los derechos en el mundo, y es su deber es ir con sus soldados allá donde se violen (esto es, allá donde haya comunistas o islamistas, que es lo mismo que violar los derechos. En concreto, regímenes como esos son tiranías, atentan contra la libertad) a imponer a sangre y fuego la Democracia y sus garantías. Un americano tiene clarísimo que sus enemigos, comunistas o islamistas, son fanáticos, y esta condición explica toda la oposición que encontrarán en su camino. Un americano cree firmemente que el surgir estos regímenes en cualquier parte del mundo suponen una amenaza para él en Wisconsin, pero la mayor de sus razones son desinteresadas: EE.UU. tiene el deber de vigilar el mundo. En definitiva, tiene muchas razones para justificar ese tipo de acciones.

Un europeo, sin embargo, no ha estado expuesto durante generaciones a la intensísima campaña de demonización del comunismo que ha habido en EE.UU., ni tiene la cultura de sublimación de la Democracia del gigante de ultramar. En Europa ha habido comunismo, hay comunismo y es votado, aquí en Italia por millones de personas. Hablo ahora de comunismo queriendo decir que las organizaciones alternativas a la Democracia al menos se contemplan, cosa que en EE.UU. no, por eso la sensación de horror ante el islamismo tampoco es tan sobrecogedora. Pero en general la dificultad mayor para que las sociedades europeas toleren la intervención de sus tropas en conflictos en los que no se les dan dos bledos es esa citada ausencia del sentido del deber americano. En Europa es necesario entrarle al ciudadano por otro lado: el del interés personal.

Este no es otro que el de la seguridad. Hago notar que este argumento también ha sido usado en EE.UU., en realidad se usan los mismos, aunque a una y otra parte del Atlántico se le da más énfasis a uno que a otro. Veámoslos en el orden de importancia que ha tenido en Europa.

· La defensa de la seguridad, ha sido la piedra de toque de la prensa y los políticos para embarcar a sus ejércitos en la cruzada, a ello han ayudado los diferentes atentados en Europa y el de EE.UU. El temor a nuevos atentados justifica la “guerra global contra el terrorismo”: no hay motivo más fuerte que el defender la propia vida.

· La neutralización de cualquier razón o motivo en los atentados bajo la categoría reduccionista de “fanatismo”, que es el odio puro e irracional a Occidente: un fanático no tiene mayores rasgos que el odio. El terror del occidental a lo irracional funcionó perfectamente. Occidente es una cultura basada en la razón y la ciencia.

· La ridiculización de la cultura islámica, presentándola como retrógrada y oscurantística. Esta también funcionó, en España ayudó mucho la Historia y el tradicional enfrentamiento religioso con lo árabe. Cruzados fuimos y cruzados seremos.

· La razón desinteresada de ayudar a conseguir la libertad a las naciones bárbaras invadidas aparece casi al final. Los lectores recordarán el tono de los primeros noticiarios después de las guerras, en los que se nos presentaban las mujeres sin burka en Afganistán y los irakíes (que eran chiíes, claro) tumbando las estatuas de Saddam. Esto no caló mucho en la sociedad española, por las razones que expliqué más arriba, y pronto decayó la atención mediática que resaltaba esta justificación.

· Por último, se ha dejado entrever su opuesto: ha habido quien en prensa ha sugerido lo beneficioso económicamente que podrían ser las invasiones y sometimiento de las naciones ricas en petróleo e hidrocarburos, y muchos ciudadanos la han hecho suya (secretamente los más, algunos valientes de forma manifiesta).

Para insuflar la certeza de la realidad de estas razones en la mente de los ciudadanos españoles, la prensa ha tenido que emplearse a fondo. Imágenes de muertos, de los ritos supersticiosos islámicos, historias de sufrimientos femeninos. Sin embargo, sigue siendo un trabajo duro y la prensa no da cuartel. En EE.UU. tan fácil, y aquí… El problema mayor es que, de las 5 razones expuestas, las 4 primeras –las que han tenido más peso- son falacias construidas ad hoc, ya en EE.UU. y mucho más aplicadas a Europa.

La seguridad es una razón cierta sólo a medias. Existe, es indudable, un conflicto y Occidente es objetivo de ataques terroristas. Lo que es falso es hacer creer que la represión por las armas del enemigo mejorará la seguridad, porque nadie que es golpeado agradece los golpes, ni perdona ni olvida jamás por cómo funciona el orgullo humano. Es justamente al contrario, el mundo islámico aumentará más su odio y habrá más muerte y sufrimiento. Y sobre todo es falaz e inmoral no plantear ningún debate acerca del porqué del problema de seguridad, o sea ¿por qué nos atacan?

El fanatismo de los árabes es, sustancialmente, una diferencia cultural como he dicho neutralizada en sus peores características o mejor sus peores manifestaciones particulares. La prensa escoge lo peor y lo presenta al mundo occidental, reduciendo más y más la imagen arquetípica que el ciudadano occidental tiene del Islam en un modelo construido por el acto de elegir determinados rasgos. En el proceso ayuda la desidia del ser humano y la tendencia a aceptar informaciones en lugar de tener una actitud crítica. El modo en que la televisión ha explotado esta característica del ser humano ha supuesto un cambio en el devenir de la Historia. Sobre este tema hace tiempo que quiero hablar, incrustado en un discurso sobre la crisis de la Democracia representativa. Pero eso es otra cuestión. Sobre la que nos ocupa, la construcción de una imagen del Islam que justifique su hostigamiento, recomiendo encarecidamente la lectura del artículo de Emilio Dabed publicado en la Revista Pueblos.

Pasando por alto la razón de la ridiculización del Islam, cuyo análisis se podría incluir en el párrafo anterior pues sigue la misma dinámica que la del fanatismo, sigo con la que me parece la más vil de las razones expuestas para justificar las invasiones en Oriente Medio: la razón desinteresada.

Del desinterés, en este mundo, es mejor desconfiar, y esto es así desde antiguo, ya nos lo decía Baltasar Gracián en su “Oráculo manual y arte de prudencia”. El que crea que EE.UU. y Europa gastan la enorme cantidad de recursos humanos y económicos que gastan por ayudar a los árabes (seres humanos a los que, por otro lado, desprecian profundamente) a alcanzar la libertad sólo puede ser calificado de simple, siendo moderados. La vileza reside, sobre todo, en intentar engañar haciendo pasar una cosa por su contrario. El ciudadano cree estar de acuerdo con algo actuando de modo altruista, se siente bien por ello, y en realidad está consintiendo un atropello y un latrocinio cometido por el interés de unos pocos. Es un engaño especialmente vil. La prensa ha ocultado informaciones que habrían dado luz sobre las verdaderas razones de la invasión de Afganistán (de Irak ya todos las saben, por tanto me sustraigo a ulteriores aclaraciones). Afortunadamente, hay periodistas que trabajan por amor a la verdad e Internet les da la posibilidad de darla a conocer para todo aquel que quiera oírla. La verdadera razón es la última que ofrezco y es la opuesta a esta: el interés económico. Agradezco a Antonio Aramanoya que me haya señalado esta información, que de tan silenciada que ha sido hasta a mí pasó desapercibida.

Las reservas de hidrocarburos existentes en Asia Central (Turkmenistán, Uzbekistán, Kazajastán y Tayikistán) son por su cuantía las segundas más importantes del mundo. Hasta ahora estaban aisladas y los costes del transporte y de impuestos a pagar a las regiones del Cáucaso por las que pasaban restaban rentabilidad a su explotación. Pero apenas terminada la guerra en Afganistán y establecido allí el ejército de ocupación, a finales de 2002 se firmó en Ashgabat un convenio para hacer realidad el oleoducto afgano-paquistaní tanto tiempo soñado por las transnacionales petroleras, que ha de transportar el crudo extraído en Asia Central al Océano Indico. El oleoducto atravesará Afganistán, y es fundamental que la nación colabore con ventajas fiscales y estructurales de cara a su construcción, y que la estabilidad esté garantizada en la zona para que el flujo de crudo no se interrumpa. Por eso es importante un gobierno favorable a EE.UU. en el país. Como los tiempos de la imposición de un dictador han pasado, la técnica apropiada es la de establecimiento de una democracia para con ayuda de la propaganda establecer la marioneta en el poder. Es una técnica infalible: si la propaganda falla y sale elegido un candidato contrario a los intereses americanos, se le acusa de fomentar el terrorismo y se le despoja del poder, en varias fases: presión económica por medio de sanciones de la ONU y luego intervención militar directa, de EE.UU. o alguno de sus aliados en la región (como sucedió cuando en Palestina salió elegida democráticamente Hamas).

Cabe preguntarse, para convencer incluso a aquellos a los que les atrae más el resplandor amarillo que la preservación de la Justicia, qué nos va a los españoles en este gran negocio. Pues nada. Nada de nada. Quien se enriquecerá serán los que ya son ricos, y al Estado pagarán lo que les dé la gana, como siempre han hecho: las migajas, lo suficiente para mantener a la masa contenta, que es la función del Estado. El único beneficio, invocado por muchos, es el mantenerse alineado de la parte de los poderosos, es decir, de EE.UU. Responder a la llamada del Tío Sam es de cumplimiento obligado para los súbditos del Imperio. De no hacerlo, España correría el riesgo de ser incluida en el “eje del mal”, al nivel de Venezuela o Bolivia. Sin arriesgarse a sufrir lo que los pueblos insurgentes de Oriente Medio, la actitud de los mercados de EE.UU. con España y sus empresas podría variar hacia la hostilidad económica. Pero de nuevo estamos hablando de los intereses de los mismos: los que tienen el dinero. Y de todos modos, es una cuestión de Justicia: ¿queremos atropellar, masacrar y expoliar?, y de dignidad humana: ¿queremos arrodillarnos ante la autoridad del Imperio?

Para terminar, quisiera desenmascarar alguna de las patrañas que la prensa ha ido inculcando en las mentes de los españoles desde el inicio del conflicto. He podido medir el alcance de las mismas leyendo los comentarios a la noticia del aumento de tropas en Afganistán, debate en el que participé activamente. De las opiniones de los lectores se extraían las siguientes ideas comunes:

1. La labor de los soldados españoles en Afganistán es ayudar a la población civil. Su labor es humanitaria, no militar. Los refuerzos sirven para aumentar la seguridad de los que ya están allí.

2. Los afganos son partidarios de la invasión y aman a las tropas invasoras, a las que ven como sus libertadores.

3. La invasión de Irak es ilegítima y la de Afganistán no. La primera es una misión de la OTAN, que son los malos, y la otra es de la ONU, que son los buenos.

Que un soldado, cuyo trabajo es matar, cuya formación está orientada a quitar vidas y preservar la suya para poder seguir quitando otras, esté con todo su arsenal en una zona de conflicto armado con fines exclusivamente humanitarios es una paradoja de difícil asimilación por un entendimiento acostumbrado a discurrir por las vías de la razón. Se aprecia mejor en la frase “la labor de los militares allí es humanitaria, no militar”. Un militar cuya función no es militar, sino humanitaria, función de otra categoría (médico, profesor). Vale que el ejército no tiene absolutamente ningún sentido y para dárselo de vez en cuando ocupemos a los soldaditos en apagar incendios en los montes, pero en Afganistán el fuego son los soldados. Si en verdad su función fuese humanitaria, no necesitarían fusiles ni vehículos blindados, sino medicinas y herramientas para construir infraestructuras. Me pregunto cómo hace un soldado para, sin ninguna formación médica, curar las heridas de un niño usando un fusil. Debe ser harto difícil.

Basta de bromas: la función de los soldados es, bajo el eufemismo de “garantizar la seguridad”, servir de policías en Afganistán. Ser la fuerza que imponga la autoridad: no llevar armas, no circular en zonas comprometidas, etc; efectuar registros, controlar accesos… El problema es que es una autoridad que no emana del pueblo afgano, sino de los invasores. Son, en definitiva, FUERZAS de ocupación. Y como consecuencia, el pueblo afgano les odia, ya que aunque su labor esté orientada a preservar la paz, esta es una paz impuesta, es la calma necesaria para que el expolio y la posesión del país se lleve a cabo. El pueblo afgano desea luchar, expulsar a los extranjeros de su territorio y ser libre, elegir su destino, aunque sea a tiro limpio como es costumbre en su cultura. Los soldados españoles y demás fuerzas de seguridad reprimen esta voluntad del pueblo afgano y ello les convierte en enemigos.

En el foro de elpais.com establecí una comparación que levantó ampollas, entre la guerrilla afgana que utiliza la técnica del “hit and fade” (golpea y ocúltate) contra los soldados extranjeros en su territorio exactamente igual que los partisanos franceses de la Francia ocupada por el nazismo. Según la óptica occidental, estos eran mártires de la liberación, y aquellos son terroristas fanáticos. Sin embargo, la situación que se da, abstrayéndonos de que nosotros ahora hacemos el papel que en los 40 hacían los nazis, es exactamente análoga: los nazis intentaban imponer un "nuevo orden", el suyo, el nacionalsocialista, a naciones a las que no les era propio, y por ello éstas naciones lo rechazaron con violencia, defendiendo su soberanía y su derecho a decidir su organización. El Imperialismo estadounidense hace lo mismo que los nazis al intentar imponer la democracia en Oriente Medio, por muy buena y muy nuestra ("que somos más civilizados") que sea.

Que los afganos sean partidarios del nuevo orden traído por los americanos es muy dudoso. En la Historia, en casos de invasión de una nación por otra tecnológicamente y culturalmente más avanzada, se daban entre la población de la nación invadida las dos tendencias que también tenemos en este caso: los que resisten y los que aceptan. Los que resisten y se oponen suelen hacerlo por orgullo de raza y dignidad personal. Los que aceptan, por interés y ansia de una mejora traída por aquellos que son más poderosos, o por confianza en el progreso. En la España de Fernando VII, cuando éste abdicó a favor de Pepe Botellas, hubo quien veía la imposición de la república (el orden francés) como un avance cultural deseable para España, y sin duda lo era. Pero en la vida y el espíritu de los hombres hay algo más poderoso, y es el ansia de libertad, de saberse dueño del propio destino; y eso unido al orgullo nacional hizo que los españoles se batiesen y vencieran a los franceses para volver al absolutismo de Fernando VII, que provocó un período de represión y falta de libertad conocido como la “década ominosa”. En definitiva, y permítanme la vulgaridad, “jodidos, pero con gusto”, y por nosotros mismos.

Volviendo a nuestro caso, en Afganistán también mucha gente ve a los americanos como una esperanza y ven con buenos ojos que éstos tomen el control de la situación, como en la España del Botellas había “los afrancesados”. En uno y otro caso, los favorables a la imposición foránea eran y son una exigua minoría, y esto debido al carácter del ser humano que comenté antes. En el complejo debate acerca de si la civilización se debe exportar e imponer, yo me posiciono por el NO, y a favor de la libertad de los pueblos y su derecho a padecer y luchar por ellos mismos.

En cuanto a la tercera de las falacias que señalo, sólo el desconocimiento de las razones ocultas de la invasión de Afganistán puede llevar a pensar que sea una guerra legítima. El hecho de estar avalada por la ONU no me convence: éste organismo, desengañémonos, ya no es lo que era; si es que alguna vez no fue otra cosa que lo que ahora demuestra ser sin rubor: una organización al servicio del Poder, de los intereses de las empresas transnacionales. Señalar en qué me baso para afirmar esto alargaría demasiado este artículo, me limito a señalar un ejemplo de actualidad: la ONU ha sancionado a Irán, a instancias del Imperio, por no “cejar en su intento de enriquecer uranio”, pese a que lo hace siguiendo todas las normas de la misma ONU y ejercitando su legítimo derecho a producir energía para uso civil. Sin embargo, otros países de corte similar a Irán, como Pakistán, y otros con amplio historial genocida como Israel, tienen el permiso de la ONU para poseer la bomba atómica. ¿Por qué este trato diferente? Estos últimos países son favorables a EE.UU., e Irán se opone a sus designios.

En definitiva, en estos días se aprobará el envío de más tropas españolas a Afganistán, y España colaborará con ello a las actividades criminales del Imperio en Oriente Medio. ¿Qué hacer? De momento, ser conscientes de ello. Si alguien se anima a manifestarse, adelante: yo le sigo.

sábado, 3 de marzo de 2007

LECCIÓN DE JUSTICIA

Escribo aún emocionado por las palabras de Zapatero. Escuchándole me vienen tentaciones de votarle, de volver a creer en la Democracia. Viendo su aplomo y determinación en su decisión, cuando habría sido tan fácil y tan beneficioso electoralmente para él y su partido lavarse las manos y prolongar hasta el final la injusticia, me asalta la fantasía de pensar que sea un extraño caso de político probo, que pese a sus ataduras al poder de los empresarios y diversos lobbies, intente hacer, en el margen que le queda, un mundo mejor.

Siento también debilidad por los comportamientos heroicos. Al igual que De Juana se convirtió en un héroe de tragedia al luchar solo contra el todopoderoso Estado que lo oprimía injustamente, Zapatero se me representa ahora un héroe también alzándose, enarbolando en alto la balanza de la Justicia, firme e incorrupto entre la masa de furibundos fascistas que en las calles ondean sus banderas y atruenan sus himnos guerreros. Y no solo se enfrenta a ellos, también a una masa aún mayor de personas que, por ignorancia o desesperación, atesoran rabia en sus corazones, y con ello tanto daño hacen a la paz en la sociedad española y en el mundo. Zapatero arriesga mucho, lo arriesga todo, aquello que los políticos jamás ponen en riesgo: su sillón. Y al hacerlo da una luminosa lección de grandeza, valentía e incorruptibilidad; con su gesto hace posible que muchos de los que a priori deseaban la muerte de De Juana recapaciten viendo su ejemplo y se digan para sus adentros “Es cierto, nosotros no somos como él, para nosotros la vida cuenta”, y desde entonces el odio salga de sus corazones y sientan la felicidad que da el ser justos. Lo que Zapatero ha dado así a muchos españoles es vida, amor, Justicia; y esto vale mucho más, en mi opinión, que muchos puntos de PIB o datos excelentes de bajada del desempleo.

Sin embargo, De Juana no es un héroe al que admirar, es un hombre que ha elegido para alcanzar sus objetivos la violencia cuando había otras posibilidades. Y Zapatero, antes de este gesto, ha permitido, o no ha censurado, la encarcelación de De Juana que atenta contra sus derechos fundamentales. Situación que además continúa, pues sigue siendo un preso de conciencia, aún disfrutando de beneficios penitenciarios. Y es el mismo que alzó la valla de Melilla, que engañó a los españoles retirando las tropas de Irak para trasladarlas a Afganistán y así seguir colaborando con las conquistas del Imperio. En fin, es un representante del Poder, de la burguesía, cuyos intereses defiende. Por eso es necesario derribarlo, como a los demás de su especie.

Y sin embargo, hoy ha sido una luz para la esperanza. Hoy descanso más tranquilo, al mando está una persona que tiene valores y en ciertos casos está aún dispuesto a hacerlos valer, a cualquier precio. Podía ser peor: podía estar al mando alguno de los que se manifiestan al lado de ciudadanos que portan esvásticas y banderas con el yugo y las flechas. Zapatero está más de nuestro lado, y su mandato propaga una conciencia social que prepara (o al menos camina en la misma dirección) la nueva era. Tengamos calma: estamos en el buen camino.

viernes, 2 de marzo de 2007

VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS EN ESPAÑA (III) LA SOCIEDAD DURMIENTE

La reacción especialmente airada de la sociedad española ante la excarcelación del preso de conciencia De Juana Chaos, verificada ayer, me da pie para retomar el análisis sociológico sobre los procesos que llevan a la casi totalidad de individuos de una sociedad a posicionarse a favor de aberraciones como el pisoteo de los Derechos Humanos, el recorte de libertades básicas, la pena de muerte o la cadena perpetua; desandando el doloroso camino que el Hombre ha hecho a lo largo de su Historia para lograr la dignidad de su especie y acercándose a estadios anteriores de civilización. La cuestión, contemplada desde este punto de vista, es de extrema importancia, pues como digo el camino ha sido doloroso y una multitud de personas sufrieron tortura y muerte para brindar a la humanidad esos derechos y ese grado de civilización que hasta hace poco disfrutábamos.

En el caso que nos ocupa, hay que señalar varios factores que explican este aparente absurdo, esta renuncia a conquistas valiosas. Las enumeramos:

· En primer lugar, el origen común de muchos males de este mundo: la ignorancia. El desconocimiento del valor de las conquistas sociales y la necesidad y el deber de los ciudadanos de preservarlas y vigilar su observación.

· En segundo lugar, la rancia idea de España, el sentimiento nacional heredado de la dictadura y plenamente vigente en toda una generación superviviente del franquismo y educada en sus valores.

· En tercer lugar, la ofensiva mediática contra cualquier manifestación de disidencia contra el orden burgués, desatada a raíz de los atentados del 11/S en New York y expandida desde su origen estadounidense al resto de naciones occidentales.

La ignorancia de la sociedad española en materia de derechos y deberes del ciudadano, de funcionamiento del Estado y de su forma de gobierno es patente. La mayor parte de los ciudadanos tienen una idea intuitiva de todo ello, muchas veces equivocada. Este hecho revela dos cosas: si esto es así, es porque el Estado lo ha permitido, y yo diría que lo ha fomentado. Sin embargo debería ser al contrario: es un deber prioritario del Estado informar a los ciudadanos de todo lo que en él se cuece, y darles los conocimientos necesarios para tomar partido en la vida pública, teniendo así capacidad para interpretar las posibles opciones y actuar de acuerdo con sus intereses, esto es darles la LIBERTAD que se supone que es el valor supremo de la Democracia. Un ciudadano ignorante de sus derechos es un esclavo a merced del Poder. Hasta ahora, el Estado español no ha hecho los deberes y ha permitido que la desidia natural del ser humano, ayudada por el bienestar del desarrollo, suman al ciudadano en un “sopor civil” en el que se dedica a recibir las decisiones que llegan de lo alto como palabra divina. Además, la situación no ha ido a mejor, sino al contrario: el Estado parece intentar por todos los medios a su alcance adormecer al ciudadano. Un ejemplo de ello lo vemos en la televisión del Estado, TVE, cuya paleta ofrece numerosos “programas basura”, ninguno de educación cívica y muy pocos culturales, en una evolución para peor que parece no encontrar fondo (basta recordar “El tiempo es oro” y compararlo con alguno de los concursos que se nos ofrecen hoy en día), desperdiciando lo que podría ser un vehículo excelente para proporcionar al ciudadano esos “instrumentos de libertad” que son los conocimientos civiles y la cultura.

Todo esto es una evidencia más de que el Estado no sirve al ciudadano, sino al Poder, el primer interesado en contar con una masa de trabajadores satisfechos de su vida mediocre y sin sobresaltos, que con su ignorancia tragan con cualquier atropello. Y el último con el que nos quieren hacer tragar es que debemos renunciar a nuestros derechos fundamentales para poder salvaguardar nuestra seguridad frente a la amenaza de los fanáticos islamistas que quieren ponernos a todos arrodillados de cara a la Meca. Y el primero al que debemos renunciar es al derecho a disentir: no cabe en este mundo más ley ni otra organización social que la ley y la organización burguesas. Cualquiera que alce la voz para criticar el orden establecido (De Juana), o se reúna para discutir acciones violentas o no (Batasuna) está fuera de la ley y será juzgado y encarcelado. Siguen el derecho a la intimidad (registros en aeropuertos, pinchazos telefónicos), el derecho a la presunción de inocencia (linchamientos públicos en la prensa, prisión de Guantánamo)… y cualquiera que haya seguido las noticias en los últimos 4 años se dará cuenta de que este proceso regresivo en cuanto a derechos y libertades avanza a velocidad de vértigo. Los ejemplos en España de derechos atropellados, De Juana y la izquierda abertzale vasca, podrían situar a un incauto ciudadano en la ingenuidad de pensar que “eso sólo les pasa a los terroristas”. No es así. La nueva doctrina de “tolerancia cero” con los disidentes de cualquier signo ha afectado a grupos de jóvenes que son encarcelados y golpeados en las comisarías por manifestarse contra la OTAN, a intelectuales que han sido censurados en medios donde antes había una sensibilidad más tolerante, y en muchos más ámbitos. Se trata de una nueva sensibilidad con respecto a la disidencia, un nuevo modo de pensar, que pone en duda la vigencia de los Derechos Humanos ya sin ninguna vergüenza (hace años que USA los viola, pero hasta hace poco trataba de disimularlo). Queridos lectores, esto es extremadamente grave: nos encontramos en un momento clave de la Historia. Es el momento de luchar, o el Poder nos someterá para siempre.

Retomamos la explicación de la aceptación, por parte de la sociedad española, de la violación de los Derechos Humanos. Tenemos, pues, que muchos ciudadanos ignoran estos derechos y que el caso de De Juana ha sido un evidente atropello de los mismos, creyéndose que la Justicia actúa siempre respetando estos derechos y siendo incapaz, debido a su ignorancia, de leer entre líneas en las noticias que trataban de presentar el caso como algo positivo para la lucha antiterrorista y respetuoso con los derechos fundamentales.

La segunda razón es particular de España, aunque se da también con mayor o menor peso en otros países. Cabe preguntarse el porqué de ese odio visceral que despiertan los terroristas independentistas vascos en la ciudadanía española, y en menor medida, aunque nada despreciable, también los nacionalistas democráticos, sean vascos o catalanes. Es evidente: el ciudadano español no nacido en alguna de las “comunidades históricas” toma como un insulto la voluntad de los pertenecientes a éstas de separarse de la nación española para constituir una nueva a su vez. Resulta insultante que alguien no quiera pertenecer al mismo grupo humano que uno mismo, ¿qué tengo yo de malo? Por otro lado, el independentista es visto como una amenaza a la “unidad de España”, algo de lo que los ciudadanos no independentistas se sienten, en general, orgullosos. De estos ciudadanos no pertenecientes a las comunidades históricas, los hay más y menos orgullosos de su españolidad, y aquí cabe citar las famosísimas “dos Españas”. Por un lado, la de la bandera rojigualda y el crucifijo; y por el otro los que de estos fetiches no se preocupan demasiado. Sobre esto se publicaron el 5 de Febrero unas fotos en la versión impresa de “El País”, a propósito de las manifestaciones de repulsa al atentado de ETA en Brajas, muy ilustrativas; como el artículo impreso es de consulta de pago en Internet, ofrezco sólo la foto de la manifestación convocada por el PP. En el artículo impreso que cito, esta foto aparecía al lado de la de la convocada por el PSOE, en la que se veían pocas o ninguna banderas rojigualda, ilustrando de este modo tan gráfico la diferencia entre las “dos Españas”.

Ni que decir tiene que aquel ciudadano al que se le hincha la boca al pronunciar “España” es el mismo que ahora echa espuma por esa boca con la excarcelación de De Juana. Sabemos quiénes son: familias ligadas al régimen de Franco, antiguos nobles, familiares de eclesiásticos, soldados o policías. En definitiva, el núcleo de la España conservadora, heredera de los valores cristianos y nacionales de la España tradicional. Son estos valores los que inspiran el odio al diferente, al que desea otra cosa. Aquel que le da tanta importancia a la unidad de España es el que se siente ofendido y atacado con el independentismo, hasta el punto de pasar por encima de la Justicia y los derechos fundamentales para reprimir la herejía independentista. Desgraciadamente, no es tan sólo la España rojigualda la que siente este odio, sus valores están presentes en menor medida en una gran parte de la sociedad española, por medio de la tradición y la escasa educación, y muchos ciudadanos para los que la unidad de España no es fundamental sienten confusión y recelo ante el fenómeno independentista.

Sin embargo, el sentimiento nacional así entendido (grupo humano originario de un territorio, que habla una lengua común y comparte unas costumbres, tradiciones y religión) es hoy en día un anacronismo y está condenado a desaparecer, como están condenadas a desaparecer las religiones en el mundo más civilizado. Igual que el fenómeno religioso, que pese a tener su origen en un estadio primitivo de la evolución del ser humano (“estadio mitológico”, lo llaman los antropólogos) y su desaparición total debería haberse verificado con el nacimiento de la Ciencia moderna, se perpetúa empero más allá del estadio tecnológico que le es propio; el concepto de “nación” se perpetúa hoy en una etapa de evolución en la que los medios de comunicación permiten un intercambio cultural total, un tráfico constante a lo largo y ancho del mundo de personas y capitales, y unas superestructuras económicas transnacionales que nada tienen que ver con las naciones tradicionales. En uno y otro caso, el aparente absurdo tiene su explicación: ya sea la religión que el concepto y sentimiento de nación, ambos son muy útiles al Poder. En qué medida usan estos conceptos exige un análisis profundo que alargaría demasiado esta exposición, bastará un sencillo ejemplo reciente para ilustrar al lector de cómo el concepto de “nación” (el que nos ocupa) resulta útil al Poder: cuando Evo Morales nacionalizó las reservas naturales de Bolivia, pudimos ver a Mariano Rajoy instar al Gobierno a “defender los intereses legítimos de España”, es decir a intentar minimizar el impacto de la medida a la petrolera Repsol. Implícitamente, la frase identificaba a Repsol con España. Pero sucede que Repsol no es España, ni los ciudadanos españoles: es una empresa privada, cuyo accionariado se compone de magnates y pequeños propietarios de muchas nacionalidades, entre los que se encuentran unos cuantos españoles. Repsol forzó así al Gobierno a actuar a favor de sus intereses, por medio del valedor de los empresarios Rajoy, que a su vez modeló con sus palabras la “opinión pública” de los españoles trabajadores, que ingenuamente pensaban que los intereses de Repsol eran sus intereses, por obra y gracia del sentimiento nacional que les hacía identificar Repsol con España.

De la tercera cuestión influyente en la actitud autodestructiva de la sociedad española he ya esbozado algunas claves hablando sobre la ignorancia de ésta en cuanto a derechos. La nueva doctrina que con infinita hipocresía declara al orden burgués-capitalista garante de las libertades a la vez que viola todos los derechos fundamentales y legitima a sus gobernantes (brazos ejecutores del Poder) para perseguir y reprimir la disidencia de cualquier signo, pacífica o violenta, tiene su origen en USA, país de fuerte tradición católica conservadora; e impone su dominio con el arma más poderosa: los medios de comunicación de masa. Ya he comentado la relación que tiene el atropello a los Derechos Humanos que se da en Euskadi con la nueva doctrina, cuyo alcance hago notar que es aún mucho mayor y seguirá creciendo. Tan sólo quiero añadir una señalación de culpables: la prensa oficial española, la televisión, tienen gran culpa al orientar la opinión del ciudadano hacia el odio y la indignación, en lugar de sembrar valores de tolerancia y entendimiento con un discurso más moderado y menos malicioso. Es, de hecho, la prensa la gran culpable de la ignorancia de los ciudadanos y de sus desviados valores, y desde aquí señalo con mi dedo a los compañeros periodistas que ceden al chantaje de escribir patrañas y folletines destinados a incidir a fuego opiniones odiosas y mentiras falaces en las mentes de los ciudadanos. Ellos son culpables de traición a su profesión y a su prójimo, son servidores del Poder que hacen posible que éste ejerza su influencia en todos los ámbitos de la vida de la ciudadanía. El Poder y sus marionetas los políticos no son tan mezquinos pues al fin y al cabo buscan su interés.

Concluyo resumiendo al decir que la ignorancia y la desidia de la ciudadanía, arrulladas por los medios de comunicación falaces y el bienestar que la aleja de la sensibilidad hacia problemas ajenos, nos dejan indefensos ante las manipulaciones del Poder, llegando a hacernos olvidar nuestro tesoro más preciado, los Derechos individuales y la Libertad y dejárnoslo arrebatar con bovino consentimiento. Es necesario que los intelectuales que disponen de la cultura y el sentido crítico para darse cuenta de la catástrofe tomen una actitud activa y hagan lo posible por despertar a esta sociedad dormida.