jueves, 12 de abril de 2007

LOS MASS-MEDIA, LA CONCIENCIA, LA LIBERTAD...Y JESULÍN

Hoy me ha llegado un brevísimo comentario de un colaborador anónimo a mi anterior post “¿Dónde están los intelectuales?”. Me puse a la tarea de responderle y me encontré tan estimulado que en la respuesta acabé tocando temas de capital importancia, desarrollándolos bastante profundamente. Por ello he decidido publicar esa respuesta como un artículo, en la página principal, en lugar de en la sección de comentarios, para que los lectores que sólo revisan la página de inicio no se lo pierdan. Aquí están, el comentario y mi respuesta:

ALyCie dijo...

Hoy hasta Jesulín, el in presionante, se le pide opinión y la da.

Gracias ALyCie por su comentario, que plantea el tema de la opinión del público, la atención de los medios a estas opiniones, y la autoridad de las mismas, supuesta y efectiva.

Antes de empezar mi respuesta, hago presente que su concisión extrema me confunde porque provoca una pequeña ambigüedad: no puedo estar seguro de si usted lamenta la situación que enuncia o por el contrario la reivindica. Responderé a ambas posibilidades para estar seguro de satisfacerla en cualquier caso.

Si usted reivindica que hasta Jesulín pueda opinar y ser escuchado, supongo que ha interpretado mi artículo sobre la intelectualidad en el mismo sentido que mi amigo Antonio en su intervención, haciendo una lectura errónea del mismo. La remito a mi respuesta al comentario del profesor Antonio, en concreto al punto 1. Si es este el sentido de su comentario, que usted haya advertido un afán de exclusión en mis palabras me pone alerta para tratar de ser más claro en el futuro. He leído y releído mi artículo y me parece que no hay ambigüedad posible, pero lo único cierto es el resultado, por encima de mi percepción o mi intención inicial.

Pero me inclino más a pensar que usted coincida conmigo y se lamente de que los medios presten atención a opiniones que lleven a la confusión de la sociedad. Y a esto respondo.

Conviene que comience declarando mi opinión al respecto.

Mi análisis de la situación de la sociedad a nivel mundial reconoce varios problemas. Uno de los fundamentales es el bajísimo nivel cultural de la población del Occidente desarrollado. En el resto del mundo es todavía más bajo, y esto les lleva de hecho a ser esclavos (la ignorancia, en mi ideario, es casi sinónimo de esclavitud); pero me preocupa casi más la pobreza cultural de Occidente porque es esta sociedad la que dispone de la fuerza y los recursos para mejorar la situación mundial, en la que recae esa responsabilidad y de la que deben partir las iniciativas.

No voy a alargarme analizando las razones del empobrecimiento cultural en Occidente, ni voy a dejar pensar al lector que desconozco la Historia ni la evolución cultural de esta sociedad: reconozco el valor del desarrollo que permitió la alfabetización y escolarización de casi toda la población, así como el acceso masivo a la cultura, en un proceso ascendente desde la Revolución Industrial. Pero también advierto una involución en este proceso en los últimos 20 ó 30 años, que se debe a una evolución natural en las estrategias de control del Poder (que analizaré en otro artículo que será publicado en los próximos días).

En esta involución tienen mucho que ver los mass-media, su desarrollo y su creciente capacidad para llegar a todos. Éstos han sustituido a la literatura en la labor de la formación de la identidad del sujeto (1) por el proceso de identificación con los personajes. Y los héroes de los mass-media, más reales, más cercanos, más bellos; han sustituido a los personajes de la literatura como ejemplo. Y aquí estoy ya hablando de Jesulín, por si alguien se había perdido.

He hablado de formación del sujeto, del “yo”. Este “yo” nuestro incluye también nuestras opiniones (incluye toda nuestra cultura, en el sentido de “hábitos sociales” y “tradición”). Si los mass-media construyen nuestro sujeto (cosa probada), y por tanto nuestras opiniones, que luego se convierten en votos y de ello en decisiones que afectan a nuestra propia vida y a la de los demás, los mass-media tienen una responsabilidad enorme.

¿Quién regula el uso que hacen de esta responsabilidad? ¿El público? No, porque el público carece de la capacidad crítica necesaria para abstraerse de los mensajes que le llegan de los mass-media y poder juzgarlos objetivamente; esto después de un proceso a lo largo de esos 20 ó 30 años en los que se ha destruido su capacidad crítica. Es el Poder quien controla los mass-media, quien decide los contenidos, las opiniones que se transmiten, alimentando un flujo que mueve la maquinaria de la sociedad dentro de los límites que le conviene y que perpetúa esta estructura de dominación. Se trata de la sociedad consumístico-hedonística (nombre que le daba el intelectual italiano Pier Paolo Pasolini, que cito en mi artículo), también llamada sociedad de consumo o sociedad burgués-capitalista, en referencia a la clase dominante, asociada a unos valores determinados, y al sistema económico que la caracteriza.

Las personas que defienden a capa y espada la “opinión libre”, “la posibilidad de todos de opinar”, “que todos puedan alzar la voz”, son sin duda personas cuyo fin es noble, la libertad. Sin embargo, el resultado de sus esfuerzos es muy otro. La libertad que consiguen es utilizada por el Poder para controlar sus conciencias sin que se den cuenta, haciéndoles vivir un sueño de libertad. No hay libertad posible mientras exista el Poder, porque esa existirá en la medida y los términos que el Poder quiera y permita. La Democracia es el gran sueño de libertad de la sociedad Occidental ahora mismo. Pero eso es algo que trataré en mi próxima serie de artículos sobre el Poder, en los que se tratará en profundidad la crisis de la Democracia Representativa.

¿Cómo opera el Poder para convertir lo que era libertad en velado control? Volvamos a Jesulín. Cuando lo vemos por TV hablar con su torpe gramática, en nuestro interior se crea la ilusión de que cualquiera, sin necesidad de cultivarse, puede llegar a ser un “famoso”, que es la transfiguración del héroe clásico en nuestra época de los mass-media. Procesos como este se dan continuamente: el mito burgués del hombre que se hizo a sí mismo, por ejemplo. Los mass-media presentan un universo de ilusiones, de éxitos al alcance de la mano, que empujan al público a aceptar la dinámica y colaborar con su fuerza motriz. Trabajo, produzco, consumo, trabajo, produzco, consumo. Eso por un lado, por el otro destruyen la conciencia crítica, la capacidad de pararse a reflexionar, de preguntarse “el porqué de las cosas” (un abrazo, Antonio). El individuo se convierte así en esclavo de ese flujo, ese debatirse por alcanzar los éxitos que la sociedad propone. No es consciente de ser esclavo, no puede, su capacidad cognitiva ha sido castrada. Alguno estará pensando en la película “Matrix”, y sí, algo se parece. El individuo puede, en este debatirse, llegar a ser feliz o no, y tal vez muchos lo consigan.

¿Por qué rechazo, pues, una dinámica que produce binestar y felicidad? La rechazo ante todo por falsa. Y luego por producir esclavitud: la única libertad posible es tener conciencia de sí mismo y de lo que rodea a uno, ser capaz de percibir la verdad. Sólo entonces existe el libre albedrío, sólo entonces el individuo puede elegir con conciencia propia lo que desea de verdad.

En definitiva, a la luz de todo esto, ¿qué propongo al respecto de las opiniones “libres” de todos en los mass-media? Bien, existe una situación ideal que sería que el propio público pudiese “regular” a los mass-media, rechazando la manipulación, lo falso y lo mezquino, por el simple acto de no prestarle atención: por la ley de oferta y demanda, los mass-media deberían cambiar esos contenidos por otros mejores. Lamentablemente, la sociedad occidental no ha alcanzado la madurez cultural para poder asumir esta responsabilidad. Los valores vigentes en la sociedad (el consumismo hedonístico) vetan completamente esta posibilidad. Hay todavía mucho trabajo por hacer para que se pueda confiar en que el público se protegerá a sí mismo de lo falso y de la manipulación. Usted que me lee ya está haciendo algo: se está interesando por una perspectiva diferente a la omnipresente en los mass-media, está reflexionando, está casi tomando una actitud de hombre libre. Yo que estoy escribiendo ahora, también estoy colaborando, estoy comunicando un análisis, una opinión que revuelve todas las certezas adquiridas sin reflexión por la actividad cultural cotidiana (las conversaciones en el trabajo, escuchar la radio, etc.), que en definitiva fuerza a una reflexión profunda y abstraída del contexto habitual.

Estoy convencido de que Internet, al que llamo “el medio libre”, el primero en la Historia, tiene la potencialidad de contrarrestar la fuerza de control del Poder a través de los mass-media. Si un día, a través de las actividades de reflexión que he descrito, la conciencia del “público” (aquí me refiero a una gran mayoría de la sociedad, consumidora de información emitida por los mass-media) llega a liberarse, recuperando la capacidad crítica, entonces podremos dejar tranquilamente que los medios presenten las vulgaridades y los desatinos que les parezca por televisión, porque no tendrán posibilidad de éxito en su comunicación de la vulgaridad. Hasta entonces, abogo por el control del Estado de los contenidos, ya que la falta de control supone el control de las empresas, es decir del Poder. Hay que señalar que esta opción tiene mucho de utópico, pues el Estado no existe ya en su concepción de “el conjunto de los ciudadanos”, sino que también él se ha convertido en instrumento del Poder, pero afortunadamente aún tiene que disimular un poco y de las concesiones que se derivan de ello nos aprovechamos los ciudadanos.

Sé que abogar por un control del Estado supondrá que se me acuse de ir contra la libertad. Creo que mi exposición aclara que en mi opinión la falta de control no significa libertad, sino control velado del Poder (delinearé a que me refiero con este término tan recurrente en mis artículos próximamente en estos Escritos Corsarios), y que la libertad verdadera es la libertad de conciencia. Sobre esto dejo abierto el debate, que me parece de una centralidad indiscutible.


(1) = Sobre la construcción de la identidad del sujeto, al que quiera saber más, recomiendo Charles Taylor, “Sources o the Self: The Making of the Modern Identity”, editado por Harvard University Press, 1989. No me consta una traducción en español, ni la disponibilidad actual de esta edición. Un breve acercamiento al argumento se encuentra también en Jonathan Culler, “Breve introducción a la Teoría Literaria - Capítulo 8, editorial Crítica, 2000.

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